Aunque para algunos amigos
estoy haciendo un drama sobre el tema, para mí es como una antesala a la crisis de los 30, quizá muchos la han
experimentado, otros no, pero la verdad es que algo ocurre a esta edad, al
menos para los de las nuevas generaciones.
Para algunos sicólogos la
adolescencia en su etapa tardía finaliza a los 25 años, y la sicología
tradicional se niega a llamarnos adultos hasta que lleguemos a los 28 cuando termina
la “Juventud Plena”, y si observamos
la legislación venezolana encontramos que los padres serán responsables de la
manutención de sus hijos mientras estos se encuentren cursando estudios hasta
la edad de 25, o si vamos mas allá de nuestras fronteras, por alguna razón el
medicare de los EEUU posee todo un programa especial para los jóvenes a partir
de los 26 años.
Pero qué pasa en este rango de edad (25-28), las cosas parecen comenzar
a cambiar, y a cambiar para mejor diría yo, a pesar de ser un proceso doloroso
y confuso.
Al menos hasta los 25 creí
que todo iba saliendo de maravilla, mi carrera, mis relaciones, mis metas a
corto y mediano plazo, hasta que un día desperté, y fue diferente, comencé a
cuestionar cada paso que tomaba y a tratar de comprender por qué tomé tal o
cual decisión, y mis casi 10 años de actividad sin descanso comenzaron a
enfrentarse a una naciente “pereza emocional tardía” unido a un re-direccionamiento
de timón.
Es algo parecido a un
“despertar” es como si hubiésemos estado dormidos bajo una idea de adolescencia
eterna, llevando a cabo el plan de “éxito” humano prefabricado, y una noche, un
sueño preinstalado (inception) se activa en nuestro sistema, comienzas a ver
todo más claro, encuentras respuestas y verdades, respiras y haces Reset, es
haber llegado a la cima de la montaña y poner todo el panorama en contexto por
primera vez.
Por años, he creído que hay muchas personas que no me hablan a mí, pero la verdad no le hablaban a mí en ese momento, le hablaban a mi YO de otro momento. Recuerdo un curso sobre políticas públicas al que fui becada por allá a los 19 años, teníamos unos profesores de lujo, pero yo no entendía aquellas confesiones personales que nos hacían.
Uno de ellos parafraseando a
Buda explicaba “cuando eres joven crees
que salvarás al mundo entero y arriesgas todo, pero al crecer vas
entendiendo que si ayudas a mantener en paz el mundo a tu alrededor, el resto
del mundo será un lugar mejor, y aun así serán agentes de cambio”. Esta
confesión quería que no entráramos en frustración si las cosas no salían tal y
como las esperábamos, y ahora lo comprendo, antes creí que era una excusa para
decir que no pudieron llegar a cargos públicos o disponer de presupuesto, y yo
estaba segura que eso no me pasaría a mí (JA).
Uno de esos profesores mencionó
que al crecer ya no tendríamos tiempo para salvar al mundo, y cuando el tiempo
dejara de existir tendríamos que buscarlo en las noches y en las madrugadas,
cuando el silencio del hogar nos dejara pensar, pero nunca dejar de leer,
escribir, aprender o luchar, y que los sacrificios serian diferentes, ¡para mí
no tenía sentido nada de aquello! ¡Soñar
era la opción que nos daba la vida, por qué abandonaríamos eso!, pero ellos
no le hablaban a mi YO de 19 años, le hablaban a mi YO de 26, y por alguna
razón los recuerdo perfectamente ahora.
Oí que por allí existe algo
llamado el club de los 27 (Joplin,
Cobain, Winehouse, ...), y no creo que sea para menos, realmente puede llegar a
ser una edad bastante difícil, pues colocas en perspectiva lo que has hecho con
tu vida hasta el momento, le das un valor a ello y luego lo enfrentas a lo que
te queda por vivir, a lo que pudiste haber hecho, a lo que exigen los demás, tu
familia, tus amigos, terceros chismosos que opinan sobre tu vida, sobre lo que
has debido Ser o Hacer y puede que el resultado en muchas de sus variables no
te guste, todo dependerá del estándar con el que hayas ocupado tus
aspiraciones.
Pero por otro lado, que
tonto hubiese sido hacer las cosas que TENIAMOS que hacer, y que suerte que
HICIMOS lo que QUISIMOS hacer, que suerte que te estabas preparando para la
vida viviéndola mientras otros siguieron el camino CORRECTO. Porque esta etapa
de niño está por terminar y más valía disfrutarla.
Si logras superar la etapa
sanamente, no escuchas mucho las quejas de tu familia y no entras en el club de
los 27, te darás cuenta que:
A los 26 querrás deshacerte
de todo aquello sobre lo que dudas…
A los 26 te das cuentas que
necesitas un seguro medico…
A los 26 necesitas comenzar
a sentir que estás construyendo algo o que tienes una dirección…
A los 26 comienzas a aceptar
tu cuerpo y tu espíritu, y a cuidarlo de nuevas formas…
A los 26 comienza a crecer
una extraña seguridad en la que te sientes cómodo en tu vida…
A los 26 entiendes que quizá
algunas cosas de la vida simplemente no están hechas a tu medida y las dejas
pasar…
A los 26 comienzas a
planificar y luego a correr porque la “Juventud Plena” está por irse y más vale no equivocarse en la
recta final…
A los 26 cada paso cuenta…
A los 26 te das cuenta de
tus errores pasados, presentes y te previenes de futuros…
A los 26 te rindes de pensar
que la cenicienta está basada en hechos reales, y que la gente de verdad (80 %
de la población humana) no tiene acceso a grandes bodas ni a un gran vestido
blanco…
A los 26 te redescubres y
todo comienza de nuevo… el fin de una era y el comienzo de una nueva…
No le tengamos miedo a la edad.
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