Para el venezolano es evidente que en este momento no existen
liderazgos con una visión de país sensata, de futuro, alguien a quien se le
pueda confiar con esperanza las riendas de un gobierno decente, alguien que
exista más allá de las ruedas de prensa improvisadas, los asesores políticos
que saben administrar redes sociales, las fechas electorales, la violencia, los
complot, las guarimbas, la politiquería. Sin embargo, esta semana nos aclararon
lo que ya suponíamos desde hace mucho, que treinta
millones de habitantes se encuentran a la buena de Dios.
Por una parte, tenemos al ex líder unitario de la oposición
para quien “El tiempo de Dios es perfecto” es decir, el asume la posición pasiva
de dejar que las cosas pasen, que ocurran cuando tengan que ocurrir, pero esto
no es exactamente lo que los líderes del mundo a través de los tiempos nos han
enseñado. El líder en cuestión, ante la presión de unas elecciones perdidas, la
muerte del “Comandante Supremo” chavista, y un fraude electoral, él apostó por
lavarse las manos, dejar esperando a millones de venezolanos con las esperanzas
depositadas y entregarle el coroto a DIOS. A quien le mando el mensaje con una
Salsa brava a todo volumen para que supiera que lo necesitaban en el Caribe.
Por la otra parte, el actual líder de la Revolución Chavista,
ha dejado bajo la responsabilidad de Dios los temas macroeconómicos de toda
nuestra sociedad, es decir, que ellos en el
gobierno no tienen ni la más mínima idea de cómo sostener su gobierno
socialista pero siempre algo pasa para salvarlos, parafraseando sus propias
palabras durante la entrega de su memoria y cuenta anual. Y yo no sé mucho de
economía pero la “suerte” debe jugar un papel bastante limitado en la
prosperidad de una nación.
La religión y nuestras creencias se usan en nuestras vidas
privadas, donde somos nuestros líderes personales, y podemos decidir si esperar
o no de Dios lo que Dios quiera entregarnos más allá de nuestro respectivo
esfuerzo, pero no se apela a esto cuando tienes en tus manos el destino de
millones de vidas.
Pero qué significa estar a
la buena de Dios, algunos lo definen como
“es
descuidar algo, despreocuparse por algo, dejarlo “a la deriva” o algo a lo que
se acude sin preparación”. “Se emplea
para graficar una circunstancia en la que las cosas se hacen de manera
desorganizada, sin una planificación adecuada, motivo por el cual el resultado
es incierto.”
Para el jocoso venezolano no sobraron los chistes y las ironías
sobre el tema, pero eso no implica que deje de ser una grave situación
encontrarse “a la deriva”, y estar a la deriva es no saber si te vas a salvar, si vas a resistir la próxima tormenta,
es no tener conciencia de hacia dónde se
vá, por qué se vá en esa dirección y cuáles son las metas que se persiguen,
y eso nos ha convertido en un “pueblo
sin ley” donde el mejor negocio es raspar cupos y hacer cola, ahora es un
lugar peligroso, sanguinario, de muerte, donde no hay compasión por el prójimo,
y de donde salieron al menos 2 millones de ciudadanos huyendo de la corrupción,
la indolencia y por el asco de compartir la misma tierra con otros habitantes
que solo brindan dolor y generan odio.
Lo paradójico del asunto, es que a Dios no le gustan los
gobiernos dirigidos por los hombres, y le ruega a los hombres alejarse de tal
situación llamada PODER que termina por corromper al hombre más limpio. Así que
en esta clase de situaciones quizá Dios decida por no resolver.
El que sabe que merece ir hacia algún lugar, conocer cuál es
ese lugar y por qué vamos hacia ese lugar, ha pensado al menos una vez en
bajarse de este barco que se encuentra
sin rumbo y sin capitán.
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